Hoy Celebramos a Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús

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Desde el año 1541, cada 22 de abril, se celebra la fiesta de Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús. Se trata de una advocación mariana que nació en el círculo de los primeros jesuitas, liderados por San Ignacio de Loyola, cuya devoción se ha extendido a toda la Iglesia impulsada por la presencia e importancia de la Compañía de Jesús para la catolicidad. El 22 de abril de 1541, los primeros jesuitas realizaron los votos solemnes (pobreza, castidad y obediencia) ante la imagen de Santa María Virgen ubicada en la basílica romana de San Pablo de Extramuros. Aquél día quedó sellado el vínculo entre la Madre de Dios y el alma jesuítica; vínculo que había marcado la conversión del mismo Ignacio y de los hombres que se fueron uniendo al proyecto. El veintidós de abril He aquí parte del relato de lo sucedido aquel día. Estuvieron presentes San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, y los miembros del grupo inicial (Salmerón, Laínez, Broet, Jay y Codure): “C

Hoy es Fiesta de San Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas

“Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llegar hacia Jesús”, decía San Marcelino Champagnat, fundador de la Congregación de los Hermanos Maristas, cuya fiesta se celebra cada 6 de junio.

Marcelino José Benito Champagnat Chirat nació el 20 de mayo de 1789, en Marlhes, Francia, en una familia que había sufrido las consecuencias del anticlericalismo y el odio a la fe durante la revolución francesa. Su madre lo consagró muy pequeño a la Virgen María y una de sus tías, que le era muy cercana, solía leerle la vida de los santos.

Creció sin asistir a la escuela, pero se formó a través de lecturas piadosas que encontraba en casa. Con ellas aprendió mucho del amor a Dios y a la Iglesia. También aprendió el oficio de albañil y tenía habilidad para los negocios. Marcelino se dedicó a la venta de corderillos, con lo que logró ahorrar algún dinero para costear sus futuros estudios.

Apenas tuvo edad suficiente, se presentó al seminario menor de su pueblo. Los formadores lo admitieron y lo ayudaron a adaptarse al nuevo ambiente. Sin embargo, encontró dificultad para aprender las materias, a tal punto que casi fue echado del lugar, aunque su buena conducta y el apoyo de sus buenos amigos le permitieron continuar. Uno de sus compañeros fue otro santo, el futuro San Juan María Vianney -también conocido como el Santo Cura de Ars-. Juan María tampoco destacó en los estudios, pero sí en la piedad y el fervor.

San Marcelino fue ordenado sacerdote en 1816. Entonces, fue enviado como vicario de un sacerdote anciano en uno de esos pueblos en los que la vida gira en torno a las fiestas y borracheras. El Santo, en esas circunstancias, animó a todos a acercarse de nuevo a Dios, especialmente a los jóvenes: el P. Marcelino logró que los muchachos llegaran antes de las seis de la mañana a la iglesia para recibir la catequesis -algo que podría considerarse un milagro-.

En una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, San Marcelino recibió la inspiración de fundar una congregación religiosa dedicada a enseñar el catecismo y formar a los más jóvenes. Por aquellos días, había quedado marcado por la experiencia de acompañar a un joven enfermo de muerte que carecía de toda preparación en la fe. Marcelino lo había ayudado a morir en paz y eso lo animó a juntarse con algunos compañeros para comenzar una nueva obra educativa. Los jóvenes necesitaban conocer más y mejor a Dios.

El 2 de enero de 1817 se dio inicio a la nueva comunidad de los Hermanos Maristas, a quienes el Santo instruyó con mucha dedicación, enviándolos a diversas parroquias en calidad de maestros de religión o catequistas, mientras llegaban nuevos aspirantes. Aparecieron luego las escuelas a cargo de la congregación.

El método que se empleaba en la formación estaba marcado por el ejercicio de la caridad, el canto y la participación activa de los alumnos. Estaba rotundamente prohibido el trato humillante, así como los castigos físicos. Marcelino, además, tenía la idea de que toda pedagogía debía centrarse en el amor a María. “Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo”, decía San Marcelino a sus religiosos.

San Marcelino Champagnat partió a la Casa del Padre el 6 de junio de 1840 con tan sólo 51 años de edad, después de padecer una gastritis aguda por mucho tiempo y un cáncer al estómago que le ocasionó la muerte. Su obra educativa se ha expandido en muchos países.

Fue canonizado en 1999 por San Juan Pablo II, quien enfatizó que “San Marcelino anunció el Evangelio con un corazón ardiente. Mostró sensibilidad a las necesidades espirituales y educativas de su época, especialmente a la ignorancia religiosa y al abandono que experimentaba particularmente la juventud”.

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